Ante un funcionamiento incorrecto de la Administración o de sus agentes caben dos posibilidades. La primera es la crítica o ataque súbito, directo, crudo y personal, que tiene la ventaja de liberar instantáneamente las endorfinas, pero a su vez posee el inconveniente de facilitar al poder las herramientas para contraatacar a su vez con el ejercicio de la potestad sancionadora. La segunda opción es obrar de forma harto más sutil, con mente fría, dejando reposar la situación y echar mano de la ironía y el humor para exponer las carencias de los entes públicos y la ineptitud de algunos de sus empleados.
Imaginémonos a un probo ciudadano, don Homobono Sutil, que atesora incuestionables motivos de queja contra un agente de las fuerzas municipales, que incluso serían extensibles a todo el Cuerpo. Apliquemos las dos posibilidades anteriormente expuestas a esa situación concreta. Imaginemos que el probo ciudadano, ante un abuso concreto de un agente de seguridad, opta por echarles en cara que no valen más que para imponer sanciones a comportamientos irrelevantes y a personas que saben que no van a plantear problemas. El ciudadano habría expulsado todo el malestar de su interior, pero puede encontrarse con que el agente criticado eche mano de su bolígrafo (ya sea de tinta o electrónico) y le imponga una sanción por “conducta vejatoria, burlas o molestias intencionadas”. Y lo peor, que esa sanción económica, que no será precisamente reducida, sea vea confirmada en sede judicial, como ha ocurrido con la Sentencia 69/2016 del Juzgado de lo Contencioso-Administrativo número Uno de Gijón dictada en autos de Procedimiento Abreviado 237/2015, según la cual espetarle a un miembro de la Policía Local que no sabe más que echar multas “comporta un trato desconsiderado” y “menoscaba su capacidad profesional.”
Pero supongamos que don Homobono Sutil, haciendo honor a su apellido, decide ir por la vía irónica y opta por silbar, tararear e incluso atreverse a entonar con letra una de las más divertidas críticas que se han efectuado, en concreto en una conocidísima pieza musical del género chico estrenada el 2 de julio de 1886 en el Teatro Felipe de Madrid. La obra en cuestión no es otra que La Gran Vía, zarzuela en un acto y cinco cuadros con libreto de Felipe Pérez González y música del célebre e inmortal dúo integrado por Federico Chueca y Joaquín Valverde. Su argumento es ciertamente algo peculiar, porque en dicha obra las calles de Madrid toman vida para saludar a la nueva arteria madrileña, pues habían dado comienzo las obras de derribo de varios inmuebles para construir dicha vía. La obra en cuestión tiene páginas inolvidables, como el Vals del Caballero de Gracia, el Tango de Menegilda o la Jota de los Ratas. No obstante, si por algo se caracteriza la citada obra de Chueca y Valverde es por el inmisericorde retrato que se efectúa de los agentes de la policía madrileña, que queda explicitado en dos momentos. En primer lugar, cuando en la célebre Jota de los Ratas, los agentes se vanaglorian de haber capturado a tres simpáticos carteristas que, sin utilizar violencia o intimidación alguna sino tan sólo la velocidad de sus manos, efectúan lo que ellos mismos describen como: “funciones gratuitas de prestidigitación”. Así, mientras los agentes transportan la jaula (la “ratonera”) donde se encuentran prisioneros los “ratas” y se alaban de su talento y pericia, los prisioneros se escapan por el lado opuesto sin que los jocosos agentes se percaten de dicha huida, lo que desde el punto de vista musical se explicita en siguiente sexteto:
LOS TRES AGENTES |
LOS TRES RATAS |
Caiga la trampa Con precaución, Que ya tenemos Dentru el ratón Este serviciu Pronto saldrá En las colúminas De “El Imparcial” ¡Ra! |
¡Ay que gracia tiene Esta ratonera Que se van los Ratas De cualquier manera Vamos con cuidado Sin pestañear Y ya van mil veces Que nos chuleamos De la autoridad ¡Ria! |
Ofrecemos al lector una versión íntegra de la Jota de los Ratas debida nada menos que a los recordados Payasos de la tele, Gaby, Fofó y Miliki:
Pero Chueca y Valverde no detuvieron su crítica ahí, sino que la continuaron en la misma obra con el Vals de la seguridad, una pieza que incluso en algunas versiones ha llegado a suprimirse. Por ejemplo, en la grabación efectuada por Ataúlfo Argenta no aparece, sin embargo en la realizada por Rafael Frühbeck de Burgos podemos encontrar al barítono Antonio Blancas interpretando este inmisericorde retrato al óleo de un “policía de seguridad” que se vanagloria de su éxito mientras a su alrededor se van enumerando los hechos delictivos que se van produciendo ante la mirada impotente del pueblo. Aunque el policía y el coro tienen intervenciones separadas, en ocasiones se solapan las mismas, dando un divertidísimo contraste entre la idílica visión que de la seguridad municipal ofrece el agente con la realidad que contemplan los ciudadanos. Ofrecemos aquí la letra íntegra de dicha pieza:
POLICÍA DE SEGURIDAD |
CORO |
Soy salvaguardia de la sociedad Soy policía de seguridad; Un polizonte por este coté Y por aquí ya lo ve usté Con esta mano sostengo el bastón Con esta el sable, que no es de latón Y si me encuentro cualquier criminal Yo nunca se qué mano echar
¡Ja, ja,ja!
¡Ya lo se”
¡Jo, jo jo”
Todo se halla en paz
En la población
Y si alquien se queja No tiene razón.. Porque debe haber
Gran tranquilidad
Con la policía de seguridad.
Si hoy se me escapa un pillastre ladrón O si no doy con un tuno gandul Es porque no tengo a mano un cañón Como el que tuvo el señor Barba Azul Mas si algún día lo llego a tener Y es un proyecto del cual voy en pos En cuanto que yo empiece a cañonazos ¡Apaga y vamonos!
Soy salvaguardia de la sociedad Soy policía de seguridad; Un polizonte por este coté Y por aquí ya lo ve usté Con esta mano sostengo el bastón Con esta el sable, que no es de latón Y si me encuentro cualquier criminal Yo nunca se qué mano echar
¡Polizonte de mi chic No se encuentra ni en París! ¡Ando, corro, vengo, voy! ¡Y ni un solo momento tranquilo me estoy! |
¡Han robado a Gil!
¡Han herido a Juan” ¡Y a mi me han pegao Cuatro bofetás” ¡Bueno está el país!
¡Qué seguro está”
¡Con la policía de seguridad!
¡Ja, ja, ja!
¡Oh, oh, oh!
Eh, eh, eh! ¡Ah, ah, ah!
¡Qué singular Innovación! ¡Cuánto dinero le cuesta Esto a la pobre Nación! ¡Con tanto habler Y yanyo hacer Guasa viva Es lo que trae el gaché!
¡Qué barbaridad! ¡Qué barbaridiz! ¡Valgame San Pedro Cómo está Madriz! Pues ya verá ustez A la sociedad Que no está segura Con seguridad!
¡Y con tanto correr nunca a tiempo llegó”
|
Aunque la versión clásica es la que en los años sesenta del siglo veinte interpretó Antonio Blancas con Rafael Frühbeck de Burgos al frente de la Orquesta Filarmónica de España, ofrecemos al lector una versión más reciente, del año 2001 donde Luis Álvarez pone la voz a este divertido “policía de seguridad”, bajo la dirección musical de Miguel Roa.
Juzguen por ustedes mismos las dos críticas, la descarnada y la irónica, así como los efectos de ambas y cual de ellas puede tener más éxito. La Administración pública española, que suele ser inmune al insulto o al ataque directo, no lo es tanto al ridículo. Claro que, también es posible que ciertos órganos jurisdiccionales como el también mencionado consideren que la ironía es una forma de burla y que la letra de este “vals de la seguridad”, al denigrar la imagen de la policía local, no puede ser interpretada en público.
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