EL MIEDO COMO CATALIZADOR DE LIMITACIONES Y RESTRICCIONES.

Este mes de agosto, el redactor de las presentes líneas procedió a desconectarse totalmente de su actividad cotidiana, algo que aprovechó para sumergirse de lleno en una de sus pasiones, la lectura en general, y la novela histórica en particular. Así, junto a José María el Tempranillo y Men Rodríguez de Sanabria, dos folletines decimonónicos del prolífico y hoy algo olvidado Manuel Fernández y González (el “Dumas español”) el tercer libro que pasó por mis manos fue nada menos que el ya clásico Africanus, la primera de las novelas de la trilogía que Santiago Posteguillo dedicó al enfrentamiento entre Cartago y Roma, personalizadas en los dos interesantísimos personajes que fueron Aníbal y Publio Cornelio Escipión “el africano”. Y fue en esta última donde me encontré con un párrafo demoledor que trasciende de la obra para aplicarse a cualquier época, y que, de hecho, pese a que la novela fue publicada por vez primera en 2006, parece estar redactado en 2020/2021.

Situémonos en el contexto del párrafo. Aníbal ha obtenido varios éxitos en Hispania (entre ellos, la toma de Sagunto, urbe aliada de Roma pese a estar en territorio cartaginés). Roma ha declarado la guerra a Cartago y Aníbal ha cruzado los Alpes dirigiéndose a Roma. Ante ello, uno de los senadores más veteranos, Quinto Fabio Máximo mantiene una reunión en su finca de las afueras de Roma, a la que asisten su hijo del mismo nombre, su protegido Quinto Porcio Catón y el senador Terencio Varrón. Ante su sorprendida audiencia, Fabio Máximo afirma que los momentos son propicios para que “nosotros construyamos nuestra propia estrategia”, distinta de la que tiene el Senado romano. Y para ello, va a servir de un poderoso aliado: el miedo. Al ser preguntado por Terencio Varrón si “sólo con el miedo vamos a manejar al Senado y al pueblo”, Fabio Máximo responde con un elocuente párrafo ante lo cual, los asistentes “no daban crédito a sus oídos” por lo que implicaba:

“Con el miedo, querido amigo Terencio Varrón, se pueden conseguir muchas cosas, se puede conseguir todo. El miedo en la gente, hábilmente gestionado, puede darte el poder absoluto. La gente con miedo se deja conducir dócilmente. Miedo en estado puro es lo que necesitamos. Lo diré con tremenda claridad, aunque parezca que hablo de traición: necesitamos muertos, muertos romanos; necesitamos derrotas de nuestras tropas, un gran desastre, que nos justifique, que confunda la mente de nuestra gente, del pueblo, del Senado. Nosotros, en ese momento, emergeremos para salvar a Roma.”

Si uno reflexiona un poco, se verá que en la gestión de la pandemia del COVID-19 los distintos ejecutivos (tanto central como autonómicos) han estado más preocupados por agitar el miedo e infundir pavor a la población con la que justificar a veces medidas restrictivas que poco o nada tenían que ver con el COVID, pero aprovechando que el Pisuerga y el Esgueva pasan por la capital pucelana se aprovechó para imponerlas. El miedo agitado desde los distintos gobiernos (ayudados por unos medios de comunicación tan poco escrupulosos como la casta política) sirvió para imponer confinamientos domiciliarios utilizando un instrumento jurídico inadecuado, suprimir o limitar servicios públicos esenciales, imponer el cierre de negocios, paralizar la actividad en general y circunstancias similares. Cuando fue preciso, se acudió al comodín de los “técnicos” (un presunto comité que ulteriormente se demostró que no existía), pero tampoco nuestros dirigentes tuvieron empacho en apartarse de las recomendaciones de los facultativos cuando el interés político predominaba sobre el sanitario.

Quien suscribe facilita tan sólo un ejemplo de que el COVID-19 se ha convertido en el auténtico “comodín” de las Administraciones para, cuando les conviene, tomar medidas absolutamente incoherentes. Dos de los días más calurosos del verano, en la hora punta, se cerró al público la playa de San Lorenzo en Gijón, presuntamente por “exceso de aforo”, justificando la medida, no podía ser menos, por la necesidad de “prevenir contagios”. Tal cierre podría tener sentido si no fuera por dos “pequeños detalles”, que diría el inolvidable teniente Colombo. Primero, que otra de las playas gijonesas, la de Poniente (que, a cierta distancia de la anterior, no es la zona principal de baños), contaba proporcionalmente con bastante más aforo que San Lorenzo, y sin embargo, ni se cerró al público ni daba la impresión que nadie se preocupase por contabilizar los usuarios. Segundo, los autobuses urbanos (que, a diferencia de las playas, son recintos pequeños y cerrados) circulaban abarrotados de gente sin que nadie (ni personal de la empresa ni miembros del cuerpo de policía local) controlase el número de pasajeros. Alguien podría pensar quizá que la circunstancia de que el servicio de transporte urbano, a diferencia del uso de las playas (que, hoy por hoy -veremos cuánto dura- es gratuito) es de pago ha debido tener cierto peso en mirar hacia otro lado en lo que al número de pasajeros se refiere, pero sin duda alguna esto deberá a la malevolencia natural de quien albergue tan erróneo parecer.

Piense el amable lector cuántas medidas absolutamente injustificadas se han tomado esgrimiendo como justificación la lucha contra el COVID. Un ejemplo concreto: suprimir la actualización de las páginas de transparencia. Sin duda alguna, debe ser que la enfermedad debe atacar primordialmente los gobiernos abiertos y de ahí la opacidad.

Como decía Fabio Máximo, tan sólo se trata de gestionar hábilmente el miedo. Una población atemorizada es capaz de tolerar comportamientos intolerables. Lo estamos viendo un día sí y otro también.

2 comentarios en “EL MIEDO COMO CATALIZADOR DE LIMITACIONES Y RESTRICCIONES.

  1. El sexador de Gárgolas

    Fabuloso. Es Usted uno de los Hombres que la Patria necesita en estos momentos, aunque no creo que sus capacidades y habilidades vayan a ser apreciadas por los que dirigen el garito.

    Circula por las redes otra frase mítica. Tal vez sea de mal gusto traerla aquí pero dado que la Naturaleza no suele hacer nada por capricho hay que entender que no hay nada de malo en caer en la muy natural tentación:

    «Lo importante es mantener a la población en estado de continuo miedo, por lo que las noticias se contradicen de un día para otro (cambian los aliados y rivales de esa supuesta guerra, nunca se clarifica nada), así se mantiene un estado de emergencia nacional interminable justificando cualquier abuso de las autoridades».

    Por cierto: lo que Fabio Máximo sugiere es lo mismo que Marco Licinio Craso puso en práctica en el Espartaco de Kubrick. Supongo que este Fabio Máximo no es el conocido como Cunctator, puesto que de serlo su estrategia constituye una jugada a largo plazo, incierta y llena de riesgos: el principal, el de perder el control de la situación y de que sean otros los que se lleven los frutos de la victoria.

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