MUERTE BAJO EL SOL (1982): RECUERDO PERSONAL HACIA UNA PELÍCULA INOLVIDABLE.

Hay películas que, sin ser obras maestras y ni tan siquiera entrar en la categoría de grandes films, sin embargo, logran permanecer ancladas en el cerebro del espectador bien por las circunstancias personales en las que la visionó, bien por alguna secuencia memorable o por alguna melodía que formara parte de la banda sonora. Eso es lo que me ha ocurrido con Muerte bajo el sol, cinta dirigida en 1982 por Guy Hamilton, el responsable de haber rodado algunos films de la saga Bond cuando el personaje estuvo protagonizado por Roger Moore.

Tres son las circunstancias por las cuales a esta respetable película siempre le guardaré un cariño especial:

Primero.- En primer lugar, por las circunstancias personales en que la vi por vez primera, cuando, dando los pasos iniciales de la adolescencia, mi familia se mudó de vivienda, abandonando así en la que había residido hasta entonces y a la que tanto cariño guardaba al haber pasado en ella toda mi niñez. El traslado coincidía, además, con el paso del Colegio al Instituto, pues se consumó justo al iniciar el primer curso de bachiller. Muerte bajo el sol fue la última película que vi una noche en el salón que tantas veces nos había visto corretear a mi hermana y a mí durante los años de nuestra más tierna infancia. He de confesar que al ver de nuevo la película hace unas semanas (a diferencia de la anterior, en esta ocasión pude visionarla en su idioma original) no pude evitar sentir un ataque de nostalgia y recordar cuando la vi por vez primera hace ya treinta y cinco años el salón de la primera vivienda donde residí.

Segundo.- En segundo lugar, porque, la película cuenta con tres circunstancias que hacen delicioso su visionado:

2.1.- En primer lugar, el argumento, que adapta con ciertas libertades la novela Evil under the sun (cuya traducción literal sería Maldad bajo el sol) de la gran Agatha Christie. Se trata, por tanto de un relato policíaco donde se invita al espectador a resolver un asesinato, desplegando a lo largo de la narración una serie de pistas hábilmente disimuladas que, al final, serán expuestas por boca del detective encargado de resolverlo, en este caso, Hércules Poirot. La trama es, por tanto, fiel al estilo de la “reina del misterio”: una comunidad de personas más o menos amplia atrapada en un espacio físico más o menos reducido (en este caso, una isla, cuyos exteriores se rodaron, además, en las Baleares), un crimen aparentemente irresoluble y una persona con altas dotes de deducción cuya sagacidad se sobrepone a la pericia de las fuerzas del orden. Así, el espectador puede jugar libremente a “competir” con Poirot a ver quien descubre antes al responsable del asesinato de Arlene Marshall, la casquivana y antipática estrella de variedades cuyo cuerpo sin vida aparece en una cala de la Isla Daphne, máxime cuando todos los potenciales sospechosos aparentan tener coartadas a toda prueba. Pese a todo, como siempre ocurre, Poirot resuelve el caso como siempre, de una forma muy teatral en un salón en el que reúne a todos los sospechosos para exponerles la única solución posible.

2.2.- Un reparto donde hacen su aparición grandes nombres (casi todos británicos) no sólo del séptimo arte, sino del teatro. Así, podemos encontrar al gran James Mason que, si bien tiene un papel no demasiado espectacular ni relevante, su breve presencia agiganta el valor del film. También podemos encontrar a los no menos geniales Roddy McDowell (interpretando a un amanerado cronista que escarba en los trapos sucios de las grandes estrellas), Maggie Smith (a quien las nuevas generaciones identifican con la profesora McGonagall en la saga de Harry Potter), Colin Blakely (intérprete prematuramente desaparecido que transmitía bastante comicidad en sus roles) o una Diane Rigg a quienes ya frisamos el medio siglo recordaremos no sólo como la valiente y aguerrida Emma Peel (la segunda pareja del elegante John Steed en esa inolvidable serie británica que fue The avengers) sino por ser la única mujer que logró hacer pasar por el altar nada menos que a James Bond  en el film On her Majesty´s Secret Service.

Pero, sin duda alguna, el que destaca sobre todo el reparto es el gran Peter Ustinov, que se divierte sobremanera encarnando al detective belga creado por Agatha Christie, si bien dotándole de una personalidad ligeramente distinta de la que posee en las novelas. Ustinov suprimió gran parte del amaneramiento y la obsesión por el orden y la simetría con que se describía a Poirot en los relatos (y que, ulteriormente, David Suchet recuperó de forma magistral en su encarnación definitiva del personaje), dotándolo a cambio de un notable humorismo aunque sin hacerle caer en las bufonadas. Hasta tal punto llegó el entendimiento entre actor y personaje, que en la hilarante escena donde Poirot desciende a la playa y que termina con el detective “nadando”, el traje que lleva (y en la que son claramente visibles las iniciales de su nombre y apellidos en el pectoral) fue diseñado por el propio Ustinov.

2.3.- El tercer elemento que hace muy agradable la película es la banda sonora, debida al gran compositor norteamericano Cole Porter, en la adaptación que llevó a cabo John Lanchberry. Así, podemos escuchar versiones exclusivamente musicales de temas como I´ve got you under my skin,  My heart belongs to daddy, It´s de-lovely o una versión de You are the top interpretada por la propia Diane Rigg con una breve intervención final de Maggie Smith. Como anécdota, en una breve secuencia en la que el detective protagonista abre el libro de registro del hotel, entre las firmas de las personas alojadas puede verse la de Cole Porter, incluida a modo de homenaje.

Hay una escena que siempre quedará grabada en mi cerebro, y es aquélla en la que Hércules Poirot, vestido con chaqueta, bombachos y polainas, junto con un bastón y un cronómetro recorre la isla de uno a otro extremo a los sones de una vibrante adaptación del Beguin de beguine, escena que se revelará determinante para la resolución del caso debido a que con ella pretendía comprobar la solución que ya le habían soplado sus “células grises”.

En ocasiones, ante asuntos complejos o cuando me encuentro atascado en una tarea y parece que no puedo continuar, siempre resuenan en mi interior los sones de esta adaptación del clásico de Cole Porter y acude a mi memoria la visión de Poirot en dicha secuencia, algo que en la mayoría de las ocasiones me es de mucha utilidad aunque tan sólo sea por elevarme el ánimo.

En definitiva, un film entretenido, con grandes dosis de suspense y muchas pinceladas de humor.

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