Archivo por días: 24 abril 2011

EL COLLAR DE ¿MARÍA ANTONIETA?: HISTORIA DE UN VULGAR FRAUDE QUE ACABÓ EN PROCESO A LA MONARQUÍA

Corrían mediados los años ochenta del siglo XVIII cuando en la monárquica Francia, ya germinadas con creces las semillas de la revolución, tuvo lugar la enorme farsa conocida en la historia con la denominación de “el collar de la reina”, collar que la monarca gala ni llegó a poseer jamás y ni tan siquiera tuvo la intención de adquirir. Pero el monumental affaire, que comprometió severamente la credibilidad y el prestigio de la monarquía francesa, hundiendo en el lodo su ya escasa majestad (aunque en este asunto concreto tanto el rey Luis XVI como la reina María Antonieta fuesen ajenos a toda maquinación).

El lector interesado en este tema puede encontrar una amena narración en el libro de Néstor Luján “El collar de María Antonieta”, publicado en 1992 por la editorial Planeta dentro de su inestimable colección “Memoria de la historia”. El mastodóntico collar, valorado en millón y medio de francos, que Bohemer y Bassenger, dos joyeros parisinos ahogados en un mar de deudas, trataron en vano de “colocar” a la reina María Antonieta (y a la que ésta en un par de ocasiones respondió tajantemente con un “no interesa”) fue el objeto que dio lugar a la monumental farsa tragicómica que acabó a la larga con los dos reyes de Francia en el cadalso. Cuando una intrigante sin escrúpulos, Jeanne de la Motte-Valois, contempló el fabuloso collar y se percató del valor del mismo, ideó toda una trama para hacerse con el mismo, aprovechándose de la ingenuidad del cardenal de Rohan, un personaje digno de una ópera bufa. Para ello, aprovechando las innegables ambiciones políticas del cardenal, le hicieron creer que la reina deseaba ardientemente el collar pero que las circunstancias le impedirían adquirirlo personalmente, por lo que la soberana “rogaba” a Rohan que lo adquiriese en su nombre; para dar mayor credibilidad al asunto, la pérfida Motte-Valois no dudó en entregar al cardenal cartas falsificadas en nombre de la reina e incluso en orquestar un enorme engaño aparentando un encuentro del prelado con María Antonieta, valiéndose para ello de una doble. Persuadido, el ingenuo cardenal adquirió el tan oneroso collar comprometiéndose a abonarlo en cuatro plazos, quedando aparentemente todos contentos: el cardenal por creer que con ello recuperaba el favor de la reina; los joyeros por creer que con millón y pico de francos sus problemas económicos desaparecerían. El problema es que la ingenuidad de Rohan fue tal que no dudó en entregar el collar a un presunto mensajero de palacio (en realidad, un cómplice de Motte-Valois) que, una vez tuvo el collar en sus manos, lo entregó a su aliada, quien con lógica rapidez procedió a desmontarlo y a vender el mismo por piezas. La vergonzosa trama se descubrió a la hora de llegar el vencimiento del primer pago. Cuando el cardenal y los joyeros fueron a palacio, la reina, que desconocía todo el asunto, negó categóricamente toda vinculación con el collar y Luis XVI decidió actuar conforme al ordenamiento jurídico , ordenó la detención y enjuiciamiento del cardenal.

Y es aquí donde los reyes de Francia erraron notablemente, pues, como bien indica Néstor Luján, convirtieron lo que no era más que un fraude monumental y un vulgar robo en un juicio político a la monarquía. En efecto, en una época donde el prestigio de la monarquía descendía peligrosamente (a diferencia de otros países como España, donde la austeridad de la que hacía gala Carlos III había ocasionado que la imagen de la monarquía hispana permaneciese en cotas muy altas) y donde los parlamentos judiciales, en manos de la nobleza, se encontraban enfrentados con el trono, entregar una patata caliente como esta a los órganos judiciales sólo podría traer consecuencias funestas para los reyes. Como, en efecto, así fue.

He aquí la explicación de cómo aún hoy en día se conoce toda esta trama como la del “collar de la reina” o “collar de María Antonieta”, cuando ésta nada tuvo que ver con el mismo. Pero un vulgar robo cometido por una mujer sin escrúpulos aprovechándose de las ambiciones e ingenuidad de un miembro del alto clero, lograron azuzar las ascuas que prendieron la mecha revolucionaria.