Hace apenas unos instantes me enteraba de la triste noticia del fallecimiento de Alejandro Nieto García (1930-2023) un titán del derecho administrativo que, pese a ser ya nonagenario, continuaba manteniendo una lucidez y lozanía envidiables, y su presencia (adornado con una barba blanca y tocado frecuentemente con una boina) recordaba en su físico a don Pío Baroja, con quien se hermanaba en la acerva crítica realista al mundo circundante. En una edad donde, por utilizar el símil futbolístico del que se sirvió hace más de una década el gran barítono Luís Sagi-Vela (en una entrevista concedida, por cierto, cuando había superado las noventa y siete primaveras), más que al final del partido “estaba “ya en los penalties” no dudó en exponer al gran público la visión del mundo que tenía en el ocaso de la vida en ese testamento literario que es El mundo visto a los noventa años, escrito justo tres años después que ese esbozo de memorias que fue Testimonio de un jurista (1930-2017).
Caracterizaba a Alejandro Nieto su estilo formalmente pulcro y rico en vocabulario y en el contenido una visión realista y descarnada sin concesiones a la galería o a lo políticamente correcto. No dudaba en atizar a tirios y troyanos exponiendo lo que a su juicio eran no desviaciones puntuales de un sistema, sino perversiones constantes del mismo, lo que le valió no la animadversión, pero sí cierto desdén por cierto sector de la docencia universitaria que, quizá por residir aislada en las altas torres de la Academia, se encontraba a salvo de hedor existente a ras de suelo. Una y otra vez fustigó el profesor Nieto las corruptelas y huidas del derecho, incidiendo en la hipocresía en que incurrían quienes en horario matutino ilustraban al alumnado universitario sobre la majestuosidad de la ley mientras que por las tardes en la placidez del despacho o bufete al prestar servicios profesionales a la clientela buscaban la forma de eludir el cumplimiento de la normativa con las mínimas consecuencias posibles.
Nieto era un gran jurista orientado profesionalmente al Derecho Administrativo, pero también enamorado de la historia, a la que dedicó monografías de consulta obligada. En no pocas ocasiones fusionaba su exhaustivo conocimiento del entramado jurídico-público con sus enciclopédicos conocimientos históricos, en especial de la época isabelina. De hecho, uno de sus libros obtuvo en 1997 el premio nacional de historia.
La obra de Alejandro Nieto es inmensa (pues no sólo redactó libros, sino cientos y cientos de artículos tanto jurídicos como de opinión) y precisamente por esa amplitud y extensión abarca numerosos campos. Así, podemos encontrar dispersos entre su amplia bibliografía los siguientes tipos de ensayos:
I.- Tratados de derecho positivo. Pese a ser catedrático de Derecho Administrativo, las incursiones en este campo fueron escasas si se tiene en cuenta el grueso de su obra, pero entre ellas hay dos que destacan sobremanera y en los que analiza de forma agotadora y desde el punto de vista del derecho positivo (sin orillar lo que era habitual en él, es decir, la referencia al “derecho practicado” en contraposición al normado): Ordenación de pastos, yerbas y rastrojeras (fruto de su tesis doctoral que, según reconoció en su día su maestro, Eduardo García de Enterría, ya la tenía en gran parte elaborada cuando contactó con él para que se la dirigiera) y, sobre todo, ese monumento que es el Derecho Administrativo Sancionador. Su obra sintética Una introducción al Derecho, escrita hace cuatro años, pese a su título encaja más en el siguiente apartado que en éste.
II.- Visión realista del derecho. Hay un conjunto de obras que inciden en una visión descarnada (y quizá desesperanzadora para el lector) al exponer las enormes disfunciones entre la teoría jurídica y la realidad social. Destaco cuatro que me impresionaron sobremanera: Crítica de la razón jurídica, Balada de la justicia y la ley, El desgobierno judicial y Malestar de los jueces y el modelo judicial. Recomiendo sobre todo la segunda, porque con un lenguaje ácido pero recubierto con un estilo humorístico (si bien un humor que recuerda el “ridi pagliacci” de Leoncavallo) tras un capítulo introductorio donde sintetiza la idea clave en el pensamiento de Nieto (la distinción, cuando no abierta contraposición entre derecho positivo y derecho practicado) ilustra su hipótesis con dos casos reales, uno de los cuales se ubica geográficamente en Tariego de Cerrato y tiene como sujeto pasivo o “víctima” de la inacción administrativa al propio Nieto, a quien invaden los decibelios procedentes de la maquinaria sita en un establecimiento hostelero sin licencia administrativa instalado en los aledaños de su residencia vacacional.
Pero en este apartado también hay otro libro de lectura obligada para cualquier jurista: El derecho y el revés. Diálogo epistolar sobre leyes, abogados y jueces. Como su propio título indica, no es obra de un solo autor, sino el “diálogo” que mantiene Nieto con otro gigante del Derecho Administrativo, nada menos que Tomás-Ramón Fernández Rodríguez. Partiendo del discurso impartido por Nieto con motivo de su investidura como doctor honoris causa por la Universidad Carlos III (con el que principia la citada obra) y las reflexiones del profesor Fernández Rodríguez sobre ese discurso que se trasladaron por carta a Nieto, ambos profesores se van intercambiando epístolas donde se deja entrever las posturas de ambos que en realidad evidencian dos actitudes ante el derecho: realista y desesperanzada la de Nieto; bastante más optimista y con más fe en el derecho la de Fernández Rodríguez.
III.- Ensayos de sociología jurídica y política. Desde su monumental tomo sobre el Pensamiento burocrático (que era en realidad el volumen inicial de una proyectada trilogía que el autor no llegó a culminar quizá por lo ambicioso de la tarea y de la materia), sus conocidísimos La organización del desgobierno, La “nueva” organización del desgobierno, El desgobierno de lo público y Corrupción en la España democrática. O su mucho más reciente Entre la segunda y la tercera república, donde siempre apegado a un realismo extremo (que le lleva a no cuestionar la posible implantación, por vía del sufragio, de un sistema republicano) efectúa una severa crítica tanto política como jurídica a la Ley de Memoria Democrática.
Se trata de obras más o menos breve donde se incide más en aspectos sociológicos y políticos que estrictamente jurídicos, o quizá sea mejor decir que abordan la influencia de aquéllos sobre en éstos.
IV.- Ensayos de historia. Aquí destaca, sobremanera, Los primeros pasos del estado constitucional. Historia administrativa de la regencia de María Cristina de Borbón, que obtuvo el premio nacional de historia en 1997. Conjugando el saber jurídico y el histórico, desmenuza el periodo histórico comprendido entre la muerte de Fernando VII y el nombramiento de Espartero como regente, y aborda en sus capítulos el régimen público existente, el sistema normativo, la organización de la Administración en su triple vertiente territorial (estatal, provincial y municipal) el régimen de la función pública, los bienes públicos y el control de la Administración. Como es habitual en Nieto, no detiene su análisis en los textos normativos y en las páginas de la Gaceta, sino que se sumerge en los Diarios oficiales de las cámaras legislativas y en las obras de los principales administrativistas para ofrecer una imagen real de la situación. En ocasiones, tan real que uno casi se siente transportado a esa etapa decimonónica cual si hubiera traspasado una de las puertas del Ministerio del Tiempo.
No fue el único trabajo en el que abordó con minuciosidad la época isabelina. Su voluminoso ensayo Mendizábal. Apogeo y crisis del progresismo civil, es un tratado de casi mil páginas sobre las cortes constituyentes de 1836-1837 que gestaron la Constitución transaccional de ese último año. Su imprescindible Los “sucesos de palacio” del 28 de noviembre de 1843 (en realidad, su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, discurso que fue respondido por otro grande entre los grandes, don Jesús González Pérez) nos adentra en la antecámara del Palacio Real para efectuar una insuperable disección de los hechos que causaron la exoneración de Salustiano de Olózaga como presidente del gobierno, a quien se imputó nada menos que de forzar a Isabel II a firmarle el decreto de disolución de las Cortes. El año pasado veía la luz su Responsabilidad ministerial en la época isabelina, aunque en realidad no es en puridad un trabajo inédito (aunque parte de su contenido sí lo sea) sino la recopilación de una serie de trabajos unidos por el denominador común explicitado en el título.
También su inquietud histórica le llevó a analizar el golpe de estado protagonizado por la generalidad catalana en 1934 (su ensayo lo tituló muy significativamente La rebelión militar de la Generalidad de Cataluña contra la república, y su lucidísimo análisis no dejará indiferente a nadie) y adentrarse en las cortes constituyentes de la primera república (La primera república española. La Asamblea Nacional: febrero -mayo 1873).
V.- Libros de memorias. En este apartado figuran dos obras esenciales ya citadas. Testimonio de un jurista, 1930-2017 (plagado de recuerdos, evocaciones y reflexiones sin concesiones a la corrección política y que transita desde los cambios en el mundo universitario hasta las mutaciones del sistema político y administrativo, donde no siempre el avance cronológico implica una mejora en la eficacia, organización y funcionamiento de los entes públicos) y El mundo visto a los noventa años (breve ensayo sobre las relaciones entre un nonagenario y el mundo de la tercera década del siglo XXI).
Con Alejandro Nieto se va uno de los miembros destacados del primer grupo de discípulos directos de Eduardo García de Enterría. Y se va, también, una voz recia, valiente, a quien no le temblaba el pulso al decir, como en la célebre narración de Hans Christian Andersen, que el rey va desnudo. Por ello, hoy estamos no sólo un poco más huérfanos desde el punto de vista jurídico e histórico, sino un poco más a oscuras en lo que a transitar por las cada vez más escarpadas sendas del mundo actual se refiere.
Descanse en paz don Alejandro Nieto García.